domingo, 28 de diciembre de 2008

Ella... y Él

Quienes me conocen de cerca saben la historia de mi vida y las limitaciones que poseo al día de hoy. Saben más o menos los motivos por los cuales me es difícil establecer relaciones afectivas.
Hacía tiempo no me gustaba nadie con tantas ganas. No se si llamarlo pasión, más bien era un deseo rico de querer conocerla más y más cada vez, conocer sus detalles, sus gustos, sus carencias, sus juegos del facebook que la volvían adicta...
Todo comenzó cuando mi amiga de El Salvador, hace unos cuantos meses, Karlita Ramos, en el Starbuks me preguntó intempestivamente con su hermoso acento centroamericano: "¿Y a te gusta alguien, Tuto...?" La pregunta se quedó frente a mi rostro dos segundos, la saboreé unos tres más y en mi cabeza uno más. De salida expelí algo así como un indeciso: "Tanto así como gustar... no... pero de que... quisiera conocerla, pues... ". No pude continuar. Mayo que también estaba en la mesa de la cafetería (donde nunca había ido (Cuando llegó la cuenta entendí por qué)) comenzó junto con nuestra pequeña Karla a decir cosas como "¡Está enamorado...!¡Uuuuuuuuuyyyy!". Luego me aconsejaron, a pito de los libros de poesía que la Mayo había comprado muy baratos, lo que tenía que hacer cuando la invitara a "ella" o a otra a salir...
Era chistoso sí el hecho de que hasta que Karlita me lo preguntó, no me había planteado dónde mi mente estaba concentrada en su "heredad", en la "niña de los ojos", en la "ayuda idónea", la "amiga inseparable", la "compañera eterna", la polola...
Así pasaron mis días, y era un poco extraño, aunque agradable, que cuando ella estaba cerca mío comencé a darme cuenta que había "onda" con "ella", que "ella" "inexplicablemente"(oh, que exceso de "comillas"), cuando su casa quedaba por un camino, ella se iba conmigo a otro lugar, por una ruta que la desviaba de su trayectoria habitual...
Si. Yo también pensé que estaba siendo egocéntrico y estaba sobreinterpretando todas las señales que observaba, pero cuando la castigaron por no avisar a sus papás que no llegaría a la hora a su iglesia (ella sabiendo lo estrictos que son), eso me confirmó que las señales que yo inconcientemente enviaba, eran recepcionadas y provocaban una sintonía entre nosotros.
En una de esas salidas donde "ella" "inexplicablemente" (ahora si son necesarias las " ""s ") iba conmigo a lugares en vez de irse directamente a su casa, fuimos a un evento de jóvenes universitarios cristianos de varias universidades del sector poniente de Santiago, al despedirnos de los conocidos, al momento de la "interacción social", "ella" lo conoció a "él". "Él" llegó con sus ayudantías de cálculo y toda la parafernalia matemática... Hoy llevan como tres meses juntos.
Quizás sea sólo que no me la jugué, ¿pero cómo me la iba a jugar si no estaba seguro todavía de lo que por ella sentía? En realidad a esas alturas no, pero como un mes después de haber ido "allá" con "ella", tuve un sueño de esos donde te crees todo lo que pasa en él al punto que no te das cuenta de estar en pleno estado de ensoñación. En la fantasía subconsciente me encontraba con ella en el patio de la universidad y al despedirnos, ella (es suficiente de " ""s "!!) me daba un beso; no de esos donde a la lolita le estás inspeccionando la tráquea. No. Era de esos inocentones, de esos que la Mayo podría decir "Ahhh... chiquitín" (las volví a usar, maldición!!). En mis dormitares con imágenes mentales oníricas con ella también nos tomábamos de la mano y caminábamos por los pastos del Pedagógico. Creo que nunca me había despertado tan feliz... un segundo después de sacarme la somnolecia volví a la realidad y fue una decepción tremenda.
Pensé en la sucesión extraña de hechos y finalmente llegué a la misma conclusión que ella me dijo (restregó (amablemente)) a la hora del almuerzo en mi propia cara: "Pero señor Tuto, si yo conocí a [...] por culpa suya".
Ahí caí en cuenta.
¡¡No había leído las señales correctamente!!
Antes era el momento, o quizás nunca lo fue.
Pienso en lo raro de las salidas con ella y no puedo pensar en otra cosa que fui un intermediario para que ellos se encontraran.
Quizás esa reflexión surge por la desesperada búsqueda de consolarme, pero creo que el encontrar el sentido es necesario para mantenerme vivo.
Jhon Dobson, un psicólogo gringo dice que no es el dolor, el sufrimiento que coloca al ser humano ante la vida en una situación forzosa, el pasar por amrgos tragos lo que nos mata, sino que es el no comprender el sentido de lo que nos sucede lo que nos mata...
Mi situación no la considero tan "tensionante", de vida o muerte, pero al menos es el haber encontrado sentido a lo que sucedió lo que no me hac decir hoy: "Maldita sea, si tan sólo hubiera..."
Quizás deba esperar más que el tiempo deseado para encontrar a otra "ella", pero que no sea cualquier Ella, yo quiero que sea ELLA. La ELLA indicada para mí
(cacha, había otra forma de colocar los ÉNFASIS...!!)

domingo, 16 de noviembre de 2008

Santiaguina Santidad

El otro día, camino a revelar las fotos digitales en San Antonio (para mi mamá) saliendo por el metro, de pronto vi una estatua medio anigua, tipo iglesia católica, (de esas que le dan miedo a la Belén, mi hermana mayor) por la Plaza de Armas. La imagen era la de un vejete, onda Gandalf de "El Señor de los Anillos" (con bolsa para adminículos mágicos, túnica de lino y báculo). Era blanca, como la mayoría de las estatuas, y en la base decía "Apóstol Santiago, patrono de la ciudad": De pronto caí en cuenta por qué mi ciudad se llama cómo se llama. Nunca me lo había cuestionado siquiera, nunca me había hecho la pregunta de lo que significaba ser santiaguino y qué identidad me planteaba a mí mismo como perteneciente a ella.
En la antigüedad los nombres significaban algo, eran parte inmanente de la personalidad, moldeaban el trato con otras personas, eran casi deterministas en el sentido de la misión del individuo en este mundo. En la Biblia hay muchos ejemplos de ello. Y no solo ello, de nombres que brindaban identidad: también cambios de nombre que implicaban un consecuente cambio en la vida; Eran muestra fehaciente de la manera en cómo Dios redimía a aquellos que estaban tratando con Él.
Yo no creo en los santos como personas muertas que interceden por nosotros en un estadio que no es ni el cielo ni la tierra. Es posible estudiar un poco la Biblia para percatarse de las afirmaciones de la cultura judía que "Dios no es Dios de muertos", que "los muertos no alaban a Dios", que "los muertos ya nada saben". Antes bien, la Biblia llama Santos a aquellos que en vida dedicaron su existencia a hacer el bien porque Dios mismo les había liberado de la opresión de la manera de vivir del mundo, les había propiciado una oportunidad de cambio, de redimirse, de salvarse, de darle sentido a su existencia.
El Santo en la Biblia no es la figura de un muerto, sino de un ser dinámico, alguien donde en su propia vida existe la dedicación a actuar como portador de bien, de amor, de justicia; mensajero de paz, transportador de gracia, libertador por piedad de Dios, de aquellos que están oprimidos en sus vicios, de una condición social que les ofrece esperanzas falaces de libertad, descanso, gozo y paz, y que en realidad en sus vidas sólo se traduce en esclavitud, limitaciones, estrés, tragedia... El Santo es alguien que porque Dios ha querido, por el destino que Dios desea para todos, ha aceptado tener trascendencia en la existencia, ha aceptado tener Vida: Tener a Dios adentro y compartirlo a los demás.
Y me pregunto, recordando a Santiago, el "patrono" de mi ciudad ¿Qué diría él de nuestra ciudad el día de hoy?
Santiago era uno de los hermanos de Jesús, nacido de María. Su nombre era Jacobo, Santiago un sobrenombre.

Escribió en el siglo primero, a todos los cristianos, ya sea que antes hubiesen sido judíos o nacido en Grecia o tenido un origen distinto, una carta donde fuertemente criticaba a aquellos que propugnaban una fe vacía, donde la inacción era la manera en que se esperaba la gracia de Dios. Critica en su Epístola Universal usando fuertes palabras: "¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle?". Ellas resuenan en mis orejas, desafiándome.

Y me pregunto ¿cuántos de nosotros esperamos llegar a estar muertos para ser santos? ¿cuántos esperamos ser santos bajo la concepción de aquel muerto que intercede por los vivos en algo que no es ni el cielo, ni la tierra (¿será el infierno?)? ¿O cuántos de nosotros ya somos ese tipo de santo, que observa cómo todo se destruye a nuestro alrededor, e inactivo, como muerto no hace nada, no habla nada, no hace nada más que confiar que el regalo de Dios se manifieste?

No desestimo la fe, crítica añeja que se hace a Santiago (y que ha hecho pelearse a algunos que se identifican con el cristianismo), argumentando que "prácticamente invalida la fe en su discurso epistolar". Creo, sin embargo, cada vez más que nos hemos refugiado dentro de nuestros templos y (peor aún) en nosotros mismos, observando la experiencia de creer en Dios como algo interno, "espiritual", tan personal que se vuelve egoísta y excluyente. Los judíos observaban el espíritu no cómo algo ajeno al cuerpo, antes bien que el cuerpo mismo era espíritu, junto con la mente, las emociones y todo lo concerniente a la persona. Los judíos cuidaban su cuerpo, cuidando celosamente hasta la limpieza de lo que se comía ¿cómo es posible entonces que para ellos el espíritu fuese algo excluyente del cuerpo? Si era tan mundano, carnal ¿para qué lo cuidaban tanto?
Las palabras de Santiago hoy nos hacen pedazos a varios.
Pareciera ser que el homenaje póstumo, el nombre de mi ciudad significa más que un nombre traído por la tradición española; que no sólo es el smog que coloca una carga para mí, viviendo en esta ciudad. El vivir en mi ciudad involucra el ser alguien que es portador de una cultura que me recuerda constantemente a Santiago, al hermano de Jesús.
Es innegable la conexión, la asociación; podría matarme y hacerme perder la cabeza intentando traer mil excusas de mi absurda religiosidad, haciéndola justificable, o podría detenerme ante la realidad en que estoy, reconocerme imperfecto y asumir cuán esclavo puedo llegar a ser de toda esta corriente del mundo, que me impone su forma de vivir, sus reglas, su estética, su moralidad(?), su doble estándar... ¿Cómo escapo de ello, sin “santificarme” sin morir en el intento?
Todo apunta parece a cuya única forma de escapar es encontrar sentido viviendo en la santidad, viviendo la viva santidad. Una Santiaguina Santidad.

viernes, 4 de enero de 2008

Libertad y Predestinación

Para comenzar diré que ser escogido no es fácil. El ego y el orgullo son dos poderosos enemigos que van de la mano como dos mariquitas tratando de golpearte en la cabeza y recordarte lo “importante que eres”.

Por otro lado es una gran oportunidad de dar a entender a otros que uno no es el único escogido y que a pesar de todo la predestinación no es tan mala tampoco.
Mi historia comienza antes siquiera que yo tenga memoria.


Mi madre iba a la iglesia con regularidad. A sus veintiocho años ya se había asentado en la capital. Estaba casada con mi padre, tenían una pequeña de unos seis años de nombre Belén y llevaban una vida más o menos común: eran medianamente pobres, pero mantenían su vida a punta de mucho esfuerzo y sacrificio.

Servían hacía tiempo en esa congregación y la congregación estaba comenzando a crecer, de modo tal que a mis padres, por su participación en la iglesia les asignaron el local que comenzaría la ampliación del núcleo de la iglesia.

Al parecer estaban muy respaldados por la poderosa mano de Dios, porque la gente se comenzó a ir a la iglesia nueva que tenían mis padres a cargo y de a poco la envidia comenzó a carcomer los corazones de los pastores de la congregación inicial; no solamente ellos. El veneno se comenzó a extender a otra parte de la hermandad, con lo que se estaban comenzando a ir algunas personas en contra de la gente que conformaría mi familia.

Se dijeron muchas cosas: vincularon a mi madre como amante de uno de los pastores y se comenzó a hacer notoria la avaricia que cubría la mirada hacia mi padre. Uno de los detalles más dolorosos fue el hecho de que la guitarra roja que tenía mi padre, se la habían pedido prestada; su devolución llegó a sus manos sin los puentes y por ello sin las cuerdas...

Y así, detalle a detalle, mis padres fueron alejándose de la congregación, comenzaron a ir menos y entregaron el templo que les había encargado. Unos cuantos meses antes de que dejaran de asistir, ya muy hastiados de toda la falta de amor de parte de los hermanos se levantó una persona para entregar un mensaje a mi madre. El mensaje decía más o menos así (discúlpenme si no lo reproduzco como fue a cabalidad):

"Por todo lo que has sufrido, te digo a ti que te daré un hijo varón, el cual te llenará de satisfacciones y recorrerá el mundo (y esto es lo que no se acuerda muy bien mi madre, pero igual lo creo para mi) dando a conocer el evangelio".

A los cuatro meses mi mamá quedó embarazada.

No se cómo la gente puede saberlo, pero por la forma de guata (no lo sé, solo digo lo que la gente dice) al parecer se sabría el sexo de las guaguas antes que nazcan: La gente le decía "Va a ser niñita..." y mi mamá muy segura respondía "No. Yo se que va a ser varón".

A los cuantos meses nací yo.

En estos tiempos en que la gente se jacta de libertad y donde tratamos de colocar nuestras propias reglas a la existencia nuestra, la predestinación pareciera ser algo ya obsoleto, incluso esclavizante para el ser humano. Lo más chistoso, es que se vuelve poco a poco de moda entre los círculo de la gente que anda en la onda del "New Age" (Nueva Era), en donde terminamos creyendo que venimos de vidas pasadas y finalmente ello nos conduce a la predestinación.

Pero cuidado. Dios no es un jugador de ajedrez, Dios tiene un plan para nosotros, pero nos ha regalado autonomía para poder ejercer con libertad y escoger realmente si es que tomamos algo o no.

Él dice en Deuteronomio 30:19 "...que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida para que vivas tú y tu descendencia".

Pues así actúa Dios: El coloca delante de nosotros todas las posibilidades, nos permite distinguir unas de otras, nos permite tomar las desiciones en plena conciencia y nos deja incluso cerrarnos en nuestra determinación, porque Él nunca toca nuestra libertad, actúa con respeto por nuestra individualidad y lo más sorprendente: Podría hacerlo y no lo hace.

Ahora uno se puede preguntar, "¿pero qué clase de libertad es esa donde te imponen lo que harás?" y yo digo "no me han impuesto nada. Han puesto delante de mi la bendición y la maldición y he escogido la bendición.Nadie me obligó. Me dieron a conocer todas las opciones (si, Dios es transparente) y yo escogí por Él."

Me han pasado muchas cosas en mi vida. Muchas de ellas malas y podría decir que la mayoría de ellas las he escogido yo: mis depresiones, mis tristezas, mis fracasos, mis desiluciones, mis luchas...

Le preguntaba a la Mayo acerca de sí de alguna forma era posible que no hubiese pasado por todo lo que ella sabe que he pasado. Y ella me contestó "Sería decepcionante pensar que si"

Pienso en Victor Frankl cuando pienso en la predestinación. Él escribió "El Hombre en Busca del Sentido", un libro donde él relata su paso por un campo de concentración nazi.´nombra cómo el ser humano es rebajado al límite de su humanidad; vivir hacinado, trabajar en la nieve, comer mal y poco y enfermar con la certeza casi absoluta de que la muerte estaba mirandolo a él y a quienes lo acompañaban. Perdió a su esposa, perdía la dignidad, perdía la fuerza física porque todo se lo quitaba su estancia allí. Pero nadie, absolutamente nadie le robaba la capacidad de poder pensar como el quisiera, planear su vida fuera del campo; nadie podía robarle la posibilidad de sentirse contento aún en esas condiciones. ¿Estupidez? Bueno, mirando cómo nos subyuga la sociedad, quitándonos todo, aplastándonos con su consumismo y su egocentricidad, poniendo en nuestras cabezas que necesitamos hacer grandes y maravillosas cosas para poder sentir gozo y paz en nuestro corazón, cuando en realidad Dios quiere que traigamos nuestros pocos panes y peces (lo poco que tenemos) y hacerlo algo grande... Si. Frankl era un estúpido. Y yo quiero ser un estúpido ¿Quién me apoya?