jueves, 26 de febrero de 2009

No Nos Sacamos a Quino (De Encima)

Cerca de la 16 horas del 14 de febrero, (día de los enamorados (como lo indicaba un corazón dibujado con plumón negro en el horario del Campamento Nacional del GBUCH) y noche de comunión) un camión de una empresa de bebidas cola (era pepsi, ¿ya?) perdió una rueda loca que con el roce en la ardiente carretera camino a Victoria produjo una chispa que cayó sobre los campos de trigo y... ¡Uyuy! nació un incendio forestal...
Mientras tanto, en el tranquilo campamento de Río Quino, los GBUístas se disponen a asistir a sus talleres obligatorios.
En el salón principal (que hace las veces de gran comedor), Myriam Ortiz se dispone a dar "El Taller Donde Tú Debes Estar" (un taller de publicidad enfocado en el uso de photoshop). Junto a ella James Gatica, Luis Pallacán (hay más gente) y Tuto ven a Carmen Castillo hacer ingreso al salón (donde hay muchas mesas con notebooks, datashow; libros, cuadernos y Biblias por doquier. Tuto tiene más cerca su melódica que sus apuntes). El mensaje de Carmen, que por el sentido de urgencia de su tono de voz se atiende de inmediato es más o menos así: "¡Chicos, oren! hay un incendio forestal acá cerca, ya se llamó a los bomberos y se va a hacer cortafuegos...". Los asistentes al taller obedientemente oran rogando por la acción pronta y con la mente bajo control de quienes se fuesen a encargar de la mantención a raya de las llamas. James deja su asiento después que toca su turno y al finalizar el clamor grupal Tuto se acerca a la ventana del salón que da hacia la escalera de entrada de la pieza de los hombres. Allí observa cómo la sombra de la escalera tiene cierta tonalidad azulada o violácea, como cuando hay incendio forestal...
Los chicos se aprestan a salir ante la petición de ayuda de hacer un corta fuegos, para lo cual se pide uso de ropa ancha y una tohalla húmeda.
Los hombres entran y salen de la pajarera (con cariño, ¿ya?), entre ellos, Tuto lleva unos jeans a los que no tiene mucho aprecio y una polera empapada por su tohalla (para mojarla tiene que ir al baño. En el camino se encuentra con Evelyn Carrillo ocupada en el aseo del baño de mujeres, que le pregunta qué sucede. Él, en un tono que no la pusiera en sobrealerta (quizás no el adecuado para la realidad), le explica lo que había escuchado de Carmen).
Así, una camioneta lleva un enorme recipiente azul para llenarlo con agua, pero no puede pasar porque el auto de Ernerto Pfeiffer se encuentra en medio.
A esas alturas el humo se saborea en el ambiente, las narices comienzan a irritarse. El calor se incrementa. Unas nubes oscuras se dispersan detrás de los eucaliptus cercanos a las cabañas de las mujeres. Hasta ahí nadie piensa que el fuego avanza más rápido de lo deseable. Y el color del humo se hace más detectable, el aire más denso y la buena voluntad de participar en el cortafuegos se hace más patente. Tuto sin perder la calma (aún), se desorienta, al no saber qué empresa acoger: la camioneta que no parte, el ambiente más enrarecido, los hombres corren buscando herramientas, algunas mujeres entre la cabaña y el salón; se vislumbran las primeras personas portando equipaje. Tres impulsos vienen a él: el egoísta-materialista, por las cosas suyas que no tiene entre sus manos; el más social, ante las personas que lo rodean, y que se ve incrementado por... los árboles en llamas que se ven tras la cabaña y que aumentan en número en cortísimos instantes: aparece su instinto de supervivencia exaltado.
Tuto corre cerca de la cabaña de las mujeres, y ante los árboles siendo consumidos se diluye en su mente toda posibilidad de hacer el cortafuegos, olvida la camioneta con el contenedor azul y sube las escaleras donde ve a Mayo y Gustavo haciendo salir a las niñas de la cabaña, entra allí y su piloto automático se enciende... Apura a las niñas que estaban sacando sus bolsos, apura a las que seguían en la pieza... Escucha a Mayo que desde antes ya apuraba y no puede evitar hacer la relación con el tono de voz que pone Mayo cuando no habla en serio... Un impulso jocoso que dura un segundo le viene... Luego se concentra y grita: "¡Salgan de la cabaña!" El también sale. Volverá a gritar unas veces más camino al río (¿qué más podía hacer ante la situación?). Luego se encaminará como todos, por la ladera del cerro que da a la cancha, para ir al agua. Observa cómo varios toman sus cosas, cómo el tío cuida a su esposa, cómo Jaime Peña toma sus apuntes que se caen y abajo, en la cancha a Cecilia de Aric... a punto de ser interceptada por un balón de gas blanco de 15 kilos que llegaba junto a ella... entre todos los ruidos, visiones de reojo a los árboles en llamas (con Cristian y otros más por ahí cerca de la cabaña, en el fuego; David Alcántara y Claudio con extintores. Tuto cuestionó que lo verde de las hojas de eucalipto fueran un cortafuegos natural desde ahí para adelante y ya no está tranquilo. Su ánimo lo predispone para la desesperanza y el miedo); se escucha nuevamente el tono alerta de Mayo, esta vez diciendo: "¡de potito, de poto!", haciendo alusión a cómo bajar más rápido; varios le hacen caso. Tuto levanta sus manos levemente mientras baja como en un resbalín, llevando una sonrisa nerviosa en el rostro... Al llegar abajo se da unos segundos para mirar la cabaña y ve que Cristian no hacía caso a los gritos que le ordenan-ruegan, vaya al río.
Camino al río pasan muchas cosas: Una vaca que muge de pronto entre los árboles, el tío cargando a Corbata, los chicos que se meten al río y Mayo diciéndoles que "... allí no... donde nos bañamos", un niño preguntando por un animal en el camino y Gustavo diciéndole "más atrás", calzones, sostenes, chalas guachas, colonias y jabón en el suelo y entre toda la vegetación, gente con ropa humedecida en la cara, objetos de aseo, Tuto se lamenta no tener consigo, algunas cosas (es cuando se acuerda de Job con su "Jehová dió y Jehová quitó. Sea el nombre del Señor bendito" para consolarse) y escucha a veces el sonido de madera crujiente, acompañado del asfixiante e irritante humo, lo que le quiebra las esperanzas de encontrar sus cosas, si es que logra volver al campamento, sus emociones comienzan a tomar rumbos al descontrol. Mientras camina (imitando a los que van a su lado) ora, ruega, clama a Dios con miedo: por su vida, por el recinto, reconociendo que El es soberano, Rey de todo, que si Él quiere, es posible que algo pase, que el viento cambie de dirección, que llueva, que los bomberos lleguen pronto... detiene su marcha y ruega, Abigail que pasa a su lado le dice: "Cristóbal. Puede orar al Señor mientras camina...". Por razones difíciles de explicar con una respuesta corta, Tuto se tranquiliza un poco, camina de forma un poco más silenciosa junto a Abigail, quien conversa con Dios de una manera muy tranquila, confiada.
Llega con el grupo al río. Al llegar se nota que allí está más calmo, pero el olor a humo y el fuerte viento impiden la tranquilidad absoluta. La gente mientras canta, ora, recita salmos, se mueve entrando al agua; Maykol y James (hay más que lo hacen), dirigen a los demás cantando apasionadamente.
Ya con casi todos en el agua, las conversaciones toman rumbos de humor negro y risas nerviosas, de ruego, de abrazo, tiritones de frío (y temor), de llamar a los familiares, de preocupación, pero nunca de desesperanza, nunca de perder los estribos, nunca de culpar a Dios, nunca de dejar de confiar que de esa todos salían. El grupo estaba encerrado, estaba húmedo, con frío, silencioso, abrazado, cerca de árboles que quemados podían caerse, pero con una calma que lógicamente se puede explicar como irracional: Sintiendo el humo en la cara y ellos cantando; con temor por su vida y con sus enseres perdidos, pero consolados; mirando al cielo esperando una respuesta, pero nunca yendo en contra Del Que Les Permite Pasar Cerca del Fuego, saboreándolo...
Esa mañana el grupo de Puerto Montt había compartido un devocional. La reflexión y la oración apuntaron a buscar una oportunidad para incrementar la fe; el salmo 121 se recitó luego del desayuno y antes de la exposición bíblica y esa tarde, cerca de las 6 o 7, se volvía a recitar, se volvía a proclamar: "Alzaré mis ojos a los montes ¿De dónde vendrá mi socorro?". Al igual que los israelitas cantaban en grupo, los jóvenes unidos, cantaban ese día. Tuto se recuerda de sus lecturas, cuando el pueblo de Israel sufría pérdidas, con el llanto colectivo. Se pregunta entonces si la experiencia posterior será similar, si la pena, sería tal que no podría ser guardada en el foro interno y debiese ser expresada comunitariamente... "Mi socorro viene de Jehová que hizo los cielos y la tierra"...
Un bombero se acerca. Todos atentos a lo que dice. Él trata directamente con Carmen y de pronto todos salen del agua, todos lo siguen, todos están siendo evacuados, caminando por el cerro, sintiendo los efectos irritantes del humo; Cruzan un cerco, pasan por trigales quemados, con las ropas húmedas, con la vista enrojecida; llegan al camino que da a la carretera y otra vez, pero de forma más intesa son atacados por el humo de lo que aún queda por quemarse. Se llega a la carretera. Quizás la pregunta en algunos es "¿y ahora qué?". La espera responde la pregunta, pero aún no la duda de ¿dónde están Ernesto y Cristián?. Llegan los carabineros cuando son entre las 7 y 7 y media. Se dan los nombres. Más espera, pero con novedades de algunos GBUístas temuquenses con lugar en caso de tener que alojar. Porque no hay ropa, ni donde alojar, no hay plata, ni plata para comprar pasajes para volver a los hogares a lo largo de Chile...
Un llamado telefónico. Todos atentos: es Carmen que había vuelto al campamento, para observar el estado del lugar: Nada... y un estallido, al que es imposible ajenarse, que envuelve al grupo: ¡La cabaña está a salvo, nada se había quemado! ¡Río Quino sigue en pie!
El llanto gozoso se deja salir... Abrazos... Camionetas que llegan para transportar al grupo de vuelta al campamento. Al llegar, el grupo se postra en el suelo para orar, llora, se alegra, agradecido... Agradecido por estar con vida, agradecido porque quienes faltaban se integraron, porque todo lo que se quedó se salvó: cabaña y salón, auto incluido. Agradecido porque el fuego arrasó con los árboles alrededor, dió la vuelta por el cerro y quemó la ladera, pero nada de la cabaña se quemó... La fe se incrementó. El Dios que podía dar y quitar, había decidido dar, había optado por dejar, dejar y no quitar. Dar. Dar socorro, dar vida, dar fe, y sobretodo, dar esperanza, para cuando los incendios volviesen a amenazar y la vida vuelta en llamas se volviera a visualizar... Con Dios no nos sacamos a Quino...

4 comentarios:

JamesRock7 dijo...

Uuu..
oye Tuto...
bkn el relato...
recuperaste cosas que yo no puse...
y lo absurdo de mis apuntes.

Saludos!!!

Jaime.

tutolino dijo...

Si comparamos nuestras vidas con nuestros apuntes, billeteras, libros, ropa, pasajes de vuelta, frazadas... claro que es absurdo pensar en ella en esa situación, sin embargo, si hablamos en fines de lo práctico, es innegable que si los utilizamos regularmente, nos encontramos con lo difícil de desligarnos de ellos por lo útil que son: Si necesitamos decir algo, pero no sabemos cómo empezar, un apunte es un buen instructor; una frazada una buena companía ante el frío y la desolación de quedar sin nada, bajo la perspectiva que en ese momento no sabíamos que las cosas se salvarían...
Yo también fuí absurdo, varios lo fuimos...
Gracias por pasar por acá Jaime.

JamesRock7 dijo...

Sí...
jejej
esoso apuntes eran lo más importante que tenía...

jejeje

Saluos!!

David Menares dijo...

Muy buen relato Tuto!
Me gustó mucho... creo que tocaste detalles que habíamos olvidado.

Muchos saludos amigo!

David